El origen del spritz: una historia de sol, costumbre y sabor
Hay algo casi mágico en ese momento en que el sol cae sobre una terraza y el cristal del vaso refleja destellos dorados. En Italia, ese instante tiene un nombre: l’aperitivo. Y dentro de ese ritual, un protagonista indiscutible —el spritz— se convirtió, con el paso de los años, en un símbolo de disfrute mediterráneo.
Pero, ¿cómo nació exactamente este cóctel que hoy asociamos al verano, la amistad y las horas lentas?
Un poco de historia (y mucha casualidad)
El spritz tiene su origen en el norte de Italia, a principios del siglo XIX. En aquella época, las regiones de Veneto y Friuli estaban bajo dominio del Imperio Austrohúngaro. Los soldados austríacos, poco acostumbrados a la intensidad de los vinos italianos, pedían que se les añadiera un chorro de agua con gas para aligerarlos. En alemán, ese gesto de “rociar” o “aspersar” se decía spritzen.
Y así, sin pretenderlo, nació el spritz.
Con el tiempo, esa mezcla sencilla de vino blanco y agua carbonatada empezó a evolucionar. En los años veinte, se le añadieron licores amargos o aperitivos —como el Aperol o el Campari—, y la receta se extendió por las terrazas italianas hasta convertirse en una costumbre casi diaria.
Un trago equilibrado, ligero, burbujeante. Un símbolo de conversación, sol y tiempo compartido.

El espíritu del spritz original
Lo curioso es que el spritz original era mucho más simple que el que conocemos hoy. No llevaba cava, ni prosecco, ni grandes artificios. Era una mezcla de vino blanco y soda, refrescante, directa, con un toque amargo.
Su encanto estaba precisamente ahí: en la naturalidad, en la sensación de vino fresco que se aligera sin perder su carácter.
Con los años, la fórmula se transformó y la industria la vistió de color y glamour. Pero el alma del spritz —esa combinación de frescura, vino y amargor— sigue siendo la misma.
De Italia al Mediterráneo español: un nuevo acento
Esa esencia es la que inspiró el nacimiento de Bikini l´apéritif.
Un aperitivo elaborado a base de vino blanco, con notas de naranja y un ligero amargor natural que recuerda al Aperol, pero con una personalidad más suave, más mediterránea.
Su sabor refleja el sol, el mar y esa calma de las tardes en la costa, cuando el día se apaga despacio y el tiempo parece detenerse.
La diferencia está en que Bikini lápéritif ya es, por sí mismo, el alma del spritz.
No hace falta añadirle cava ni complicarse con proporciones.
Con solo mezclarlo con tónica o agua con gas, consigues ese mismo efecto burbujeante y refrescante que tenía el spritz original, el que nació en las tabernas del norte de Italia como una bebida ligera y equilibrada.
Cómo preparar el spritz mediterráneo más auténtico
Si te gusta la sencillez, esta versión te encantará.
Un cóctel que respeta el origen, pero con el acento cálido del Mediterráneo.
Spritz Mediterráneo con Bikini l´apéritif
Ingredientes:
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1 parte de Bikini l´apéritif
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1 parte de tónica o agua con gas
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Hielo y una rodaja de naranja
Preparación:
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Llena una copa o vaso ancho con hielo.
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Añade Bikini l´apéritif y completa con tónica o agua con gas.
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Decora con una rodaja de naranja o un twist de piel para resaltar los aromas cítricos.
El resultado: un trago ligero, fresco y equilibrado, donde el vino blanco, la naranja y el toque amargo se funden con las burbujas.
Una bebida que no necesita disfrazarse, porque su sabor ya lo dice todo.

Un ritual que invita a parar
El spritz —y su espíritu original— nos enseñan que no hace falta mucho para disfrutar.
A veces basta un vaso frío, una conversación al sol o el simple gesto de preparar algo para uno mismo.
Bikini l´apéritif no es solo una bebida; es una forma de entender el tiempo.
Una invitación a saborear la calma, a celebrar sin motivo, a disfrutar de lo cotidiano.
A recuperar ese ritual mediterráneo que se vive sin prisa y con gratitud.
Una forma sencilla de volver al origen
Así nació el spritz, y así vuelve ahora, más puro y más auténtico.
Menos burbujas de moda, más esencia.
Menos artificio, más Mediterráneo.
Solo Bikini l´apéritif, hielo y tónica.
Solo tú, el atardecer y el deseo de parar un momento.
Y ahí, entre las burbujas y la calma, descubrirás que el verdadero lujo está en la sencillez.



